domingo, 13 de noviembre de 2011

Memorias tiernas de un poeta entre la luz y las tinieblas.

La poesía de Góngora (1561-1627) no es solo  la difícil de sus grandes poemas culteranos, tan impenetrables y oscuros ("Fábula de polifemo y Galatea", "Soledades",... )  y sus sonetos; o la tan popular de las letrillas, jocosas, satíricas, tan cercana a veces a la procacidad e ingeniosidad de Quevedo, y sus romances. Ya nos lo dejó magistralmente dicho Dámaso Alonso (1898-1990) al explicarnos aquello del "desgarrón afectivo" de la poesía gongorina. Pero por encima de esos dos ángeles, el de la luz y el de las tinieblas, o más bien por debajo, por su fondo,  hay un Góngora que, de vez en cuando, no muchas, asoma entre sus versos de pureza y barro para mostrarnos su  lado humano, para decirnos que no es más que un hombre como otro cualquiera. 
Es lo que sucede en la siguiente endecha o romancillo en la que el adusto poeta cordobés hace memoria de su más tierna infancia. Lo que podíamos llamar sus "primeras memorias"

Hermana Marica,
Mañana, que es fiesta,
No irás tú a la amiga
Ni yo iré a la escuela.

Pondraste el corpiño
Y la saya buena,
Cabezón labrado,
Toca y albanega;

Y a mí me podrán
Mi camisa nueva,
Sayo de palmilla,
Media de estameña;

Y si hace bueno
Trairé la montera
Que me dio la Pascua
Mi señora abuela,

Y el estadal rojo
Con lo que le cuelga,
Que trajo el vecino
Cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
Veremos la iglesia,
Darános un cuarto
Mi tía la ollera.

Compraremos dél
(Que nadie lo sepa)
Chochos y garbanzos
Para la merienda;

Y en la tardecica,
En nuestra plazuela,
Jugaré yo al toro
Y tú a las muñecas

Con las dos hermanas,
Juana y Madalena,
Y las dos primillas,
Marica y la tuerta;

Y si quiere madre
Dar las castañetas,
Podrás tanto dello
Bailar en la puerta;

Y al son del adufe
Cantará Andrehuela:
No me aprovecharon,
madre, las hierbas.

Y yo de papel
Haré una librea
Teñida con moras
Porque bien parezca,

Y una caperuza
Con muchas almenas;
Pondré por penacho
Las dos plumas negras

Del rabo del gallo,
Que acullá en la huerta
Anaranjeamos
Las Carnestolendas;

Y en la caña larga
Pondré una bandera
Con dos borlas blancas
En sus tranzaderas;

Y en mi caballito
Pondré una cabeza
De guadamecí,
Dos hilos por riendas;

Y entraré en la calle
Haciendo corvetas,
Yo y otros del barrio,
Que son más de treinta;

Jugaremos cañas
Junto a la plazuela,
Porque Barbolilla
Salga acá y nos vea;

Bárbola, la hija
De la panadera,
La que suele darme
Tortas con manteca,

Porque algunas veces
Hacemos yo y ella
Las bellaquerías
Detrás de la puerta.


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